Palencia, 1982. Vive y trabaja desde Madrid, compaginando la ilustración con la docencia. Su trabajo como ilustradora es versátil: colabora con revistas y editoriales nacionales e internacionales, agencias de comunicación y proyectos de diseño.
En este tiempo su trabajo se ha visto reconocido en varios certámenes, entre los que destacan la Feria Infantil del Libro de Bolonia, la Bienal portuguesa Ilustrarte, el Festival Iberoamericano de Ilustración, el Golden Pinwheel de Shanghai, Nami Island de Corea del Sur o el anuario de Communication Arts.
De manera paralela, desarrolla proyectos personales en los que aborda la ilustración desde una perspectiva más experimental, colaborando con galerías como Casa Kanú en Bogotá, Ó! Galeria en Portugal y La Fábrica en España.
Es licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid.
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La investigación formal sobre la composición se ha impuesto como uno de los intereses principales de mi trabajo. Mi objetivo es desarrollar composiciones poco convencionales que, por una parte, colaboren de manera activa en la narración y que, por otra, acerquen la ilustración a otras disciplinas visuales.
Con el proyecto que estoy realizando en Roma, me cuestiono hasta qué punto la estructura compositiva incide en la narración, tomando como objeto de análisis los retablos italianos.
La estructura de los retablos se asemeja a cualquier composición editorial, en la que a partir de una disposición geométrica se construye una retícula que organiza la información. La estructura clásica dividida en calles y encasamentos, posibilita la convivencia de varias capas argumentales y líneas de tiempo en una misma pieza y facilita un relato múltiple, poliédrico y coral. Tanto el cómic como el retablo tienen la capacidad de representar el tiempo del relato en el espacio del soporte.
Trabajar partiendo de la estructura me permite utilizar de manera recurrente las mismas imágenes, reubicándolas y resignificándolas a partir de su disposición en el espacio y de unas respecto a otras. Al final, se genera una narración susceptible de recomponerse a partir del juego de asociaciones.
El proyecto se materializa en una muestra en la que la relación entre los dibujos y el espacio expositivo adquiere un papel protagonista, y una publicación, en la que pretendo trasladar la fisicidad y tridimensionalidad del retablo al papel, jugando con pliegues y métodos de encuadernación poco convencionales, utilizando los propios recursos del papel (tamaño, formato y corporeidad) como recurso gráfico que colabora en la experiencia de lectura.
A veces las cosas no son como una espera.
Obtuve la beca con un proyecto que estaba solo hilvanado, un punto de partida. Me gusta trabajar así las pocas veces que los compromisos profesionales me lo permiten porque me obliga a estar atenta a lo que sucede y a desapegarme de los resultados. Me resulta incómodo y complicado, pero es cuando más aprendo.
En este año, considerar el proceso como deriva ha sido alentado incluso desde la propia institución, que nos ha animado a perdernos y nos ha facilitado un espacio de libertad y confianza.
Afronto los proyectos personales de una manera muy anárquica, no tengo una metodología, por lo que el proceso ha sido muy atropellado. El calendario que había previsto se descompuso casi al llegar. El proceso creativo es también, o sobre todo, un ejercicio de descarte. Elegir implica necesariamente renunciar a todo lo que no vas a hacer. En Roma he sentido como nunca la imposibilidad de concretar y he dilatado hasta el final la toma de decisiones: los estímulos de la ciudad son arrolladores, estoy acostumbrada a trabajar con tiempos más cortos y necesidades más acotadas. Tanto tiempo buscando libertad para acabar echando de menos el grillete.
Estirando hasta el límite el concepto de retícula, la narrativa del proyecto se construye también en torno al módulo de repetición de la experiencia en la Academia: el intento y el fracaso. Con esta premisa encuentro personajes paradigmáticos que funcionan como protagonistas en este relato de autoficción especular: Sísifo, que empuja cada día montaña arriba una piedra que vuelve a caer irremediablemente una vez está en la cima, Penélope, que hace y deshace su labor de manera cíclica, y también El Coyote, el eterno fracasado condenado a perseguir sin éxito al correcaminos. Estos personajes también me sirven para reflexionar sobre la propia concepción del trabajo, el uso productivo del tiempo o el no hacer como posicionamiento político consciente.
Y luego, el COVID-19. No quiero obviarlo, porque ha sido importante y lo ha impregnado todo: el proceso, el proyecto, mi relación con la ciudad (con la que vivo y con la que dejé) y con el resto de residentes. Desde lo que afecta de una manera más directa al proyecto (cancelar los viajes previstos para la investigación, la suspensión del Open Studios y las dificultades de producción) hasta aspectos más personales: problemas para concentrarme, reordenar prioridades y responsabilidades, trabajar la empatía y gestionar la pérdida.
Para resumir estos 9 meses necesito tiempo y distancia, es pronto para sacar conclusiones. Ha sido una experiencia enorme.